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Es un poco como el amor, es más como los enamorados. Esos que a pesar de estar apartados siguen juntos. Esos que a pesar de hacerse daño no pueden evitar viajar entre dimensiones para encontrarse. Un hilo de oro amarrado a los tobillos. Gente que utiliza guantes y que caminan descalzos en un terreno matemáticamente demarcado. Uno en el anverso el otro por el revés. También es como los bailes modernos, donde nadie baila la misma música y la conexión más que física es de miradas de soslayo. Así es como se siguen deseando el sol y la luna después de tanto tiempo.
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El título de la exposición de Javiera Hiault-Echeverría habla de una presencia, de cosas que separadas, responden a una unión invisible. A un haz comunicativo de alguna forma. “Fuera de esta misma luz” se abren dimensiones y tiempos que se corresponden de forma poética, en tanto acepción de lo poético como funcionalidad múltiple y multívoca. Palabra no muerta y estática sino palabra múltiple, capaz de varios niveles de sentido.
Los personajes de la obra de Hiault-Echeverría están separados y al mismo tiempo unidos. Seres que se comunican entre lo que parecen dimensiones distantes pero paralelas. Magia. Esa es la palabra que se me viene a la mente: magia, de algún modo brujería, ritual. Están hechos de la misma materia, esa debe ser la luz de la que salieron, luz dorada, cálida.  
Cuando la vi y comencé a excavar en esta presentación, digo excavar ya que la obra da cuenta de una, por falta de mejor palabra, performance de dibujo investigativo/arqueológico en las ruinas de Pompeya, telón de fondo y plano en el que plasmar las imágenes. En lo primero en que pensé, fue en enamorados. En amantes separados pero unidos en la distancia. Pensé en facetime ahora y en llamadas telefónicas largas, un tiempo atrás, para hablar del día a día. En los epistolarios cargados de florituras de los abuelos y más allá, más lejos en el tiempo, me hizo pensar en mensajeros llevando la noticia de una vuelta a casa, de una victoria. Ese habitar dimensiones lejanas conectadas por una sola línea, sutil, precisa e irrompible, como la línea de estos dibujos.
Hiault Echeverría utiliza la imagen de la encuadernación, del libro, para dar cuenta de este habitar separado. En cada hoja, más bien página, de esta espacie de libro se ubica uno de los personajes, interactuando, bien sea por acción u por omisión, con otro separado por la línea divisoria que forma el papel doblado. Esa línea fáctica, no dibujada, que nos habla del cambio de página. Del cambio de la dimensión Aquí a la otra lejana, o adyacente: el allá.  Así se va formando un libro cuyas partes son intercambiables, aunque terminan siempre construyendo el mismo poema.
Lo otro que llama poderosamente la atención es el dibujo en sí. Más allá del poder evocativo de las imágenes presentadas. Su calidad técnica, la seguridad del trazo, la limpieza del mismo los hacen parecer estampas y recuerdan el dibujo de los copistas medievales, de las iluminaciones. Nuevamente remitiendo a la imagen libro, a la idea/noción libro en tanto su calidad de objeto. Eso sí, parecen dibujos medievales del futuro. Seres sin género definido, envueltos en uniformes chic, realizan acciones cuyo sentido se nos escapa. Nos parecen misteriosas, intrigantes como si llegáramos tarde a un ritual pagano, pero de algún modo también tienen esa cualidad de lo místico de hacer sentido en un plano distinto del racional. Utilizan guantes pero no calzan zapatos.
La obra está cargada de simbolismos, aunque estos y es lo que me parece más interesante, son símbolos propios, no sacados de un manual esotérico mal fotocopiado y repartido en la Nueva Acrópolis.  La obra en sí parece ser un texto encontrado en una excavación arqueológica. Como si nos encontráramos con nuevos jeroglíficos, con nuevas pinturas rupestres. Las imágenes de una cultura desconocida encontrada bajo los escombros, rescatada desde debajo de las cenizas del Vesuvio. Así imaginamos mitos fundacionales. El sol y la Luna, la idea del espejo, la lógica de los complementarios. Intentamos decodificarlos, intentamos hacer paralelos con lo conocido. Intentamos leer.  Buscamos pistas en nuestras propias acciones pasadas y futuras. Sabemos que lo que está frente a nuestros ojos es texto pero no conocemos el alfabeto.

German Donoso, Para Fuera de esta misma luz, Javiera Hiault-Echeverria, NAC Chile 2018